lunes, 18 de julio de 2022

Son los refuerzos, estúpido

Marcelo Gallardo revoleando una botella

El hincha de River deambula estos meses sin entender lo que pasa. Gallardo lo malacostumbró. Su River defendía con firmeza, generaba juego asociado, tenía referencias en ataque y cuando perdía la pelota, no se resignaba hasta que terminaba la jugada.

Hace exactamente 36 días, luego de empatar sin goles con Defensa y Justicia de visitante y Atlético Tucumán de local, Gallardo pidió "agresividad" en el mercado de pases. Se lo notaba incómodo en la respuesta pero el dardo a la Dirigencia era preciso y sin vueltas. 

Para completar el panorama, menos de dos semanas después, vendieron a Enzo Fernández. Faltaban 5 días para jugar la ida de la Libertadores contra Vélez mientras la Dirigencia seguía negociando con Borja y deslizaba que Luis Suárez, de vacaciones, podría llegar luego de octavos. 

Abajo en el marcador en Liniers y sin respuestas en el equipo, Gallardo hizo tres cambios: Herrera por Mammana, Beltrán -con cinco prácticas con el equipo- por Romero y salió Paradela para que entre Aliendro, con un entrenamiento en el club. Gallardo manoteaba lo que tenía en el banco de suplentes como quien llama a un Uber porque la ambulancia no llega.

Días antes de la vuelta en Núñez, desde el oficialismo deslizaron que Borja no llegaba porque el Banco Central no entregaba el millón y medio de dólares para que River pague la primera cuota.

En la vuelta, Romero malogró una situación de gol imperdible en los primeros minutos, Vélez hizo su juego y el VAR invalidó el gol de Suárez. Pero lejos de detenernos en la polémica, retengamos algo que pasó desapercibido: Bastaron unos minutos de Matías Suárez para entender la enorme diferencia de jerarquía entre el River de 2019 y los refuerzos que llegaron desde que D'Onofrio ya no es más presidente. Los dirigentes pensaban eliminar a Vélez con los recién llegados Beltrán y Aliendro, Suárez recién recuperado y Enzo Fernández recién vendido.

El golpe que asestó Vélez no solo pegó de lleno en las aspiraciones deportivas sino también en el presupuesto. El mismo estima que River tiene que llegar a Semifinales de la Copa Libertadores. Por este motivo, el club perdió ingresos en premios por 4,4 millones de dólares más la recaudación de cuartos y semifinales.

Tal es así que, al día siguiente, Luis Suárez reveló que estaba entusiasmado con jugar la Libertadores en River pero, ya fuera, no le seducía más. Y, dicho sea de paso, la dirigencia tuvo que desdecirse sobre el actuar del Banco Central que nunca había recibido el pedido de giro de divisas para pagar a Borja.

Tantos golpes seguidos provocaron que el Presidente de River tenga que salir a dar la cara para intentar calmar las aguas. Al igual que Aguilar allá por 2007, se autoproclamó "el responsable".


Lejos de calmar las aguas, los bombos oficiales cantaron contra los jugadores mientras en el anillo interno del club empezó a circular la versión que estaban desgastando al Muñeco Gallardo, quien supo negociar el aumento de su contrato en la renovación que justamente se dió durante la campaña.

Encerrado y sin salida, Brito abrió la billetera de forma descontrolada y concretó la demorada compra de Borja en donde se terminó pagando más de lo que se rumoreó durante todo el mercado de pases. La producción de videos para las redes sociales de River no se demoró. Lo que se sigue demorando, es que entre a jugar.

Gallardo no logra dar con el funcionamiento del equipo, los refuerzos llegan tarde y a destiempo mientras River ya está afuera de la Libertadores y ganó solo dos partidos de ocho en el torneo.

Como admitió un importante Dirigente, "Se derrumbó todo".

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