En las horas previas de la Final de la Libertadores, todos hablan de lo importante que fue tal o cual jugador, de lo clave que fue Gallardo para potenciar un plantel campeón que heredó de Ramón y como acertó con los refuerzos que pidió. Todos piensan en la pelota, el césped y el resultado.
Sin embargo, para que todo esto sea hoy una realidad, hubo un equipo que trabajó durante meses, tanto con los números como con los jugadores. Jorge Brito y Andrés Ballotta formaron un tándem con sólidos profesionales y un respaldo absoluto de D'Onofrio. Fueron éstos quienes al asumir tuvieron que enfrentar siete meses de atraso en el pago de las primas a los jugadores. Sin tiempo, no había forma de tener buenas noticias.
Y, recién llegado, D'Onofrio le transmitió al plantel en la pretemporada de Tandil que "los aguanten". Cavenaghi tomó la posta y se sumó al pedido. No era solo una solicitud de prórroga. Mediante una reingeniería financiera apelando a la confianza en un banquero como interlocutor, los bancos de primera línea respondieron y el plantel en diciembre de 2014, tenía una deuda de solo dos meses de primas con todos los premios al día.
La dirigencia cumplió su palabra y para mayo de este año los jugadores no solo tenían los premios al día sino, por primera vez en muchísimos años, también las primas. Mientras, los jugadores respondían con campeonato y Copas para una dirigencia que respondía en sus billeteras y las arcas del club comenzaban a sanearse. La deuda con la AFA pasó de $220.000.000 a $100.000.000, con el gigantesco costo financiero en un período anárquico luego de la muerte de Grondona. Y solo se bajó a la mitad porque quisieron sostener el plantel de Ramón e intentar reforzarlo con los pedidos de Gallardo. Vendieron por $50.000.000 y compraron por $120.000.000.
A pesar de lo antedicho, River Plate anunció el jueves que tendrá un balance con un superávit de $40.000.000 siendo que había proyectado $17.000.000, un dato no solo positivos sino inédito por lo genuino. Por qué "por lo genuino"? Porque no se vendió ningún paquete de jugadores a último momento como hacía Aguilar ni se puso como vendido ningún jugador del plantel apelando a una oferta inexistente como hacía Passarella.
Pero volvamos al día de hoy, a ese día en que todos estamos tan ansiosos por la Final. Hoy los jugadores de River saben que no tienen ninguna preocupación más allá de los 90 minutos, que la nueva administración hace tiempo les responde como tiene que hacerlo y cumple con su palabra como promete.
Jugar una final de Libertadores no sólo tiene que ver con la gloria sino con que los jugadores sientan que se matan por una camiseta de un club cuyos dirigentes responden como tienen que responder: pagando.
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