viernes, 13 de marzo de 2015

En el peor contexto (Aurich 1 vs River Plate 1)

Pisculichi impotente ante el empate de Aurich
Nada de un equipo rival que no te permitió jugar. Nada de cortes sistemáticos. Nada de un planteo ultradefensivo. Un árbitro como el paraguayo Julio Quintana malo, errático y localista, influyente en decisiones que perjudicaron sobre todo a River. Nada de un público hostil, queriendo entrometerse para perjudicar en el juego del conjunto argentino. El tema de toda la semana fue el actor principal de esta película de terror llamada partido de fútbol. Un juego entre tres: Juan Aurich - River - césped sintético.

Los de Marcelo Gallardo, es cierto, tuvieron un mejor aplomo durante gran parte del partido sobre este pésimo estado del campo en Chiclayo. Supo qué no debía hacer, contrario a su idea primaria inculcada por el entrenador. Este terreno dificultó siempre el cálculo para un juego ordenado, asociado y que ésto derive en explosión ofensiva con los diversos recursos que siempre River ofrece, aunque como decía el gran Tu Sam, puede fallar. A cambio, utilizó el recurso de la presión con la intención de provocar la falla de la defensa del equipo peruano, muy endeble por cierto. Hete aquí que igualmente el tercer partícipe del juego se encargaba de hacer lo suyo. Los interminables piques hacían incontrolable al balón. Era muy difícil tener previsión sobre intentar una jugada por ésto mismo.

Pero River utilizó un arma conocida. Esa que el semestre anterior le dio más de una alegría. Un reaparecido Pisculichi, quien mostró mayor predisposición a intentar ser eje y referencia de sus compañeros para clarificar el juego, volvió con uno de sus centros teledirigibles a la cabeza de Maidana quien la arrojó hacia el medio del área chica para que Balanta la empujara al gol, mientras Gallese se encontraba estacado en la línea del arco y Delgado sólo atinaba a mirar el salto y el cabeceo del colombiano. Era justo, la supremacía individual hacía mella en los dirigidos por Mosquera, aunque no con el césped, al que River le seguía dando batalla continua.

River se hizo de una panzada de situaciones para aumentar el resultado, tanto luego del gol como en el complemento. Un luchador y molesto Mora para la defensa peruana contrastaba con la pasividad y letargo de Teo. Inconexo, impreciso y su constante enojo con sus compañeros fueron lo suficiente como para darle el mote del enemigo en casa. De sus cualidades y habilidades, ni noticia. La presión en bloque de la defensa casi en la mitad de cancha, con Sánchez y Rojas desequilibrando por los costados, parecía ser suficiente para un Juan Aurich que parecía que el arco de Barovero les quedaba a un latifundio de distancia. Acá es donde aparece la influencia de Quintana, quien así como no le cobra un penal a los de Perú por una mano de Maidana, tampoco lo hace ante una clara infracción contra Pisculichi dentro del área. Tras esa jugada polémica, el desacople para despejar entre Kranevitter y Maidana quien viene de frente a la pelota, quedaron los espacios que Juan Aurich supo llenar. Tejada se queda con ese balón extraviado y se la cede a Rengifo. La última línea de River intenta dejarlo en posición adelantada excepto Vangioni, quien desconcentrado se queda mirando la jugada habilitando a todos sus rivales. A Rengifo no le quedó otra que en el mano a mano con Barovero definir al segundo palo para decretar el empate.

A River se le escapó el control. Ya no sólo por lo difícil de la cancha, sino esta vez del partido también. Porque a lo costoso de intentar proponer y también mantener, el empate le dio otra perspectiva a Juan Aurich. Más allá de los ingresos de Mayada, Martínez y Cavenaghi, hubo una especie de resignación a los intentos. El desgaste y la incomodidad del campo de juego dieron por decretado el fin de la serenidad y le dieron pie a la impaciencia por el correr de los minutos. Encima el rival se encendió y terminó imponiendo su dominio ante la exposición de River a dejar espacios en pos de ir por la victoria.

A los que les gusta ver fútbol por el simple amor al arte, entenderán que un partido así es imposible de ser. Atenta contra la vista. Sólo nosotros, los mortales, podemos intentar hacerlo pero en un espacio mucho más reducido y entre amigos, o conocidos. Mientras tanto, se achica cada vez más el margen en esta Copa Libertadores, quizás lo único que sea peor que el contexto de estos 90 minutos para este River.



por Matías Prado
Ex Clarín Deportes

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