jueves, 13 de noviembre de 2014

Secuelas de un virus (River Plate 0 vs Estudiantes 1)

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River perdió el invicto de 31 partidos
Y un día, el River de los elogios perdió. El morbo de ver cuándo se le caía el invicto ha llegado, y todo el mundo extasiado por ésto. Motivos para esta caída sobran, la seguidilla de partidos hacía notar que algún día la derrota iba a suceder. No importa si por cansancio, por falta de frescura o por ya saber a qué juega, o por todo ésto junto. El declive de la curva descendiente lo hacía prever.

Si vamos al plano más intangible del asunto, a River se lo comieron sus propios nervios y ansiedades. La desesperación se hacía notar adentro y afuera de la cancha. No encontrar la salida al nudo planteado por Estudiantes en la mitad de cancha, y que eso genere síntomas de claustrofobia. No es que River no generara, pero Estudiantes hizo lo necesario para siempre ensuciarle la jugada. La famosa vieja escuela que, más allá de estar en gustos dispares de ese fútbol, nadie puede negarle tal cosa como una estrategia absolutamente válida.

Llevándolo al plano de un partido de 180 minutos, fue inevitable la teletransportación al partido de vuelta de la semifinal de la Liga de Campeones jugada en el Bernabeu en el 2010. El Inter de Mourinho, quien fuera campeón de ese certamen, trabándole en campo propio el partido a ese excelso Barcelona de Guardiola, ese que todo lo podía y que un día zucumbió, sin dejar de ser ese equipo que siguió ganando todo lo que pudo. El conjunto de Pellegrino consiguiendo la ventaja cuando todavía se estaban despabilando, en esa zona libre que quedó ante el cambio de sistema y que tan bien aprovechó Cerutti, infortunio de Barovero y Vera, de esos 9 que ya habían dado muestra justo ante River de lo que es oler sangre e ir directo a la yugular, dándole el toque a la red. Después, utilizando como punto de partida la medialuna del área propia, Estudiantes fue el culto a romper. El repliegue de las líneas dejaba poco espacio de maniobra para los que saben en River que, sumado a la falta de movilidad, cayó siempre en los tentáculos de Prediger y Jara en un principio, sumando a Aguirregaray y luego a Goñi. Cuestión aparte fue la de Correa, esa joyita que tiene Estudiantes que podría haberle hecho aún peor a los de Gallardo si le hubiera faltado un poco más de frialdad para saber manejarle los tiempos al equipo; y Carrillo, ese delantero que resulta un primer defensor insoportable para cualquier rival.

Parar y arrancar de nuevo. La presión ahora la tiene el resto, para saber si éste River puede ser tirado de vuelta a la lona, o si lo de Estudiantes fue una excepción a la normalidad. Mientras tanto, el equipo necesita de un antivirus, para sacarse de encima eso que está dañando los sistemas y engranajes de este equipo, antes de que se siga expandiendo.
por Matías Prado
Ex Clarín Deportes

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