Vivir noventa minutos como si fuera un partido de entrenamiento. Tibio, sin contundencia, lento. Así fue como transitó River su primer encuentro oficial en la segunda parte del año y en el estreno de la era de Marcelo Gallardo.
Podría sonar a excusa que gran parte de los jugadores, sobre todo en la ofensiva, no son los titulares. Driussi, Andrada, Boyé entran en esa nómina. Pero el grado de esa excusa es uno: absurdo. Los motivos son que hoy, ante la triple competencia, River necesitará de éstos jugadores para el recambio. Y ante el conjunto de Caballito no rindieron para el aprobado.
Sólo algunos destellos de habilidad de Boyé para sobresalir, aunque rozando el exceso de individualismo. Después Andrada perdió siempre fajándose con Frontini, Páez y Tuzzio. Y Driussi nunca se encontró jugando como el "Lavezzi de Sabella" del mundial.
Si hablamos de los experimentados, tampoco será auspicioso el análisis. La gestación de juego iniciada en Ponzio falló siempre. Errático en su vuelta a la titularidad tras no jugar con Ramón Díaz, nada justificó dejar en el banco y sin minutos en cancha a Kranevitter, quien pudiera ser el mejor reemplazante de Ledesma para no desarmar el tándem con Rojas. Y Lanzini fue bien rodeado por el mediocampo de Ferro, obligándolo a retroceder cada vez más en el terreno.
Por su parte, el equipo de la dupla Marini-Medero jugó inteligentemente. Líneas replegadas, presión alta, movilidad por los costados con Bazan y Coll y en especial tapando los circuitos de juego de River.
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En una semana comienza el campeonato de transición. Que River tampoco lo tome como un entrenamiento. Para eso deberá plantear un objetivo inmediato: obtener una mejor versión que lo visto en Salta.
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