El penal errado que cambió el partido |
Porque más allá de tener la tranquilidad suficiente para llevar la serie adelante, la situación por momentos del primer tiempo fue apremiante. Y en el segundo, avasallante. Sobre todo del lado de Mercado, por donde llegaban las mejores asociaciones del conjunto ecuatoriano por parte de Morales y Alves, más las escasas escaladas de Madrid.
La tendencia se repetía en el complemento. Las líneas ecuatorianas habían subido con el comando en manos de Araujo hasta posicionarse en la mitad de la cancha. Los esfuerzos en los de Gallardo se veían debilitados, y por eso se requirió de aire con el ingreso de Mayada por Pisculichi. Sánchez doblegaba su dinámica, pero inclinado hacia adentro el riesgo siempre es cuán solo se lo dejaba a Kranevitter ante tanto empuje rival. Así fue como Alves escala por el centro hasta llegar al área y el árbitro compra un penal cometido por el tucumano, inexistente. Pero allí nació la sentencia a todo.
Porque Liga estaba a tiro. Mina ya había marcado el gol de la ilusión para la Liga en su primer y literal balón tocado. Y todo tenía olor a sentarse a esperar el segundo que llevaba todo a los penales. El mismo jugador sobre el que se sancionó la falta tomo la responsabilidad de ese penal, que terminó desperdiciando tras ese tiro ancho. Así se derrumbó el castillo mental. Porque Liga perdió consistencia ofensiva. Bajó los brazos. Y River recobró aire para tomar la postura un poco más firme de sostener el resultado sin pasar por mucho más sufrimiento.
River, o cómo saber apreciar a un adversario débil de mente.
por Matías Prado
Ex Clarín Deportes
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