El momento donde Aimar reemplaza a Pisculichi |
Fueron catorce años donde repartió magia por cuanto lugar quiso, hasta que ese maldito sobrehueso en su tobillo nos privó de verlo antes. Y sin temor a equivocarme, todos sentimos tristeza por eso. Un jugador lejos del conflicto, respetuoso y respetado. Nunca tomó a un jugador que tuviera otra camiseta como un enemigo, sino como un simple rival del juego. Eso quizás valga más que muchos trofeos juntos, lo que lo cataloga como un distinto. Un fuera de serie.
Y eso tiene su correlato en la cancha. Siempre tuvo su correlato. Para vos que hoy lo viste por primera vez, te cuento que esos quince minutos excelsos que tuvo a sus 35 años y después de mucho tiempo sin jugar, en su etapa de esplendor en River y en la selección Argentina eran desde el minuto 1 hasta el 90. De clase, inteligencia, simpleza, de simpleza y solidaridad al equipo. El caño a Gómez Andrade en su primera intervención es una muestra de que todo eso sigue intacto enfrascado en una cabeza que piensa siempre antes que el resto.
River se fortaleció con su entrada en la faceta anímica. El conjunto del Chacho Coudet hacía figura a Barovero. La cesión de protagonismo por parte de River al conjunto rosarino potenciaba las tareas realizadas por Ruben, Delgado y Aguirre, junto con las subidas de Villagra. El ingreso de Aimar obliga al equipo a volver a ser protagonista desde la tenencia del balón, porque es el chiche preferido del cordobés. El instrumento con el que él nos sacó y sacará más sonrisas haciendo honor a su apodo. Y produjo efecto contagio, porque junto con Boyé y con Teo sobre todo buscó asociarse en la zona de gestación y definición para intimidar al arco de Caranta. Por detalles como su falta de ritmo junto con lo mal que estaba la cancha tales jugadas fenomenalmente gestadas no terminaron en la foto que todos hubiéramos querido ver mañana en los diarios.
Las controversias que tiene el fútbol. Por un lado, las miserias que hubo siempre y que un día la olla se destapó, dejando evidencias de lo asqueroso que es sentarse en un escritorio a engrosar los bolsillos a costas de un juego. Por el otro, lo deslumbrante y asombroso de un Messi brillando en la final de la Copa del Rey y dándole un título más al Barcelona; y ni más ni menos que su ídolo de la infancia, Pablo Aimar, volviendo a deleitarnos en una cancha, donde sin lugar a dudas pasan las mejores cosas. Un fin de semana en el que ganamos todos.
por Matías Prado
Ex Clarín Deportes
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