Difícil pensar hasta sentado en un escritorio. Tiene un sentido. Así como fechas atrás precisamente Boca demostraba que su cancha no soportaba tamaña lluvia, el Monumental no fue la excepción al tema. Y eso esencialmente perjudica a los equipos que les gusta jugar con la pelota. Calendarios apretados, jugadores a las selecciones de su país, poco descanso entre partidos, todas excusas baratas para no hacerse cargo de algo tan pero tan lógico: no había necesidad de jugar en tales condiciones.
Mientras tanto hubo 90 minutos de once contra once. ¿Cómo determinar quién jugó mejor que quién? Si justamente lo que no se podía era jugar. Todo nacía y moría en dos palabras repetidas hasta el hartazgo: correr y luchar. En ese concepto, Boca pareció entender mejor de qué se trataba el asunto. Porque a falta de poder circular la pelota, aprovechó mejor la pelota parada con el gol de Magallán y después con Erbes y Meli como estandartes no dejaron obrar en nada a los volantes de River. Ni siquiera la absurda expulsión de Gago sirvió. Y al decir absurda, quien escribe se hace cargo de ponerle tal calificación cuando hay una pelota que ni cerca toca en la mano, y además de que siempre tiene más valor una victoria o derrota cuando enfrente están los mejores. Injusto que en una jugada así uno de los mejores de Boca se haya tenido que ir.
River deja de manifiesto que, al revés que con San Lorenzo o Arsenal, cuando no revierte enseguida un resultado adverso los nervios se entrometen en sus intenciones. Tuvo la opción clara del cabezazo en el palo de Mercado y el penal ya mencionado que erró Mora. No concretadas, aparecieron desatenciones, errores de concepto para un encuentro con lluvia, sumado todo al apuro de la gente por no llegar rápido al empate. Ponzio perdido, Rojas dubitativo, Sánchez intrascendente, Pisculichi con destellos mínimos, Teo preocupado por pelearse en vez de jugar y Mora desaparecido. Todos los que suelen hacer daño en el arco ajeno no sabían por dónde empezar. También la suerte de haber podido evitar expulsiones como la de Mercado al inicio del complemento. Causa y efecto. Los nervios te hacen perder el foco.
El desahogo después del gol de Pezzella |
Justicia por no resignarse. Quizás el premio más grande conseguido por River ante el rival de siempre, de toda la vida. La fortaleza mental adquirida por no perder en situaciones peligrosas puede ser el empuje necesario para lo que queda de un torneo en donde manda con autoridad.
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