lunes, 13 de agosto de 2007

Uno de boca escribe sobre River

Transcribo un buen artículo de J.P. Varsky, que aunque sea de boca, me parece que hizo un interesante trabajo. Pieza publicada en la contratapa del suplemento deportivo del lunes 12 de Agosto de 2007.

Lo de hincha de boca no lo invento, lo dijo en varias notas que le hicieron.

EHP

La vida interna de River, un modelo para nunca imitar
Juan Pablo Varsky
Para LA NACION

Nadie lo esperaba. En diciembre de 2001, José María Aguilar provocó la sorpresa en las elecciones en River. Su resonante victoria sobre el favorito Hugo Santilli figuraba en muy pocos cálculos. Hubo un factor decisivo en el resultado. En la campaña, Santilli, con gran respaldo mediático, les habló a los hinchas prometiendo, por ejemplo, la contratación del holandés Edgar Davids. Mientras tanto, Aguilar enfocó su tarea en convencer a los socios. La cancha de bochas, las clases de tenis y el colegio fueron algunas de sus prioridades, más allá del equipo de fútbol profesional, dirigido por Ramón Díaz. Esa práctica del timbre casa por casa le permitió llegar a la presidencia.

Joven, inteligente y con impecable dialéctica, debía confirmar con la gestión que su presencia en el club con más vida política del país suponía un aire renovador en la dirigencia deportiva argentina. El primer semestre le incluyó un campeonato de regalo (Clausura 02), pero él ya había tomado la decisión de contratar a otro entrenador. En la búsqueda de otro perfil, apoyado por los hinchas, según varias encuestas de la época, eligió al chileno Manuel Pellegrini tras su formidable paso por San Lorenzo. Simultáneamente, cometió el primer error deportivo de su gestión: vender a Ortega al Fenerbahce turco durante el Mundial de Corea-Japón. Recuperar a Ariel cuatro años después le costaría mucho más que el dinero pagado a Newell´ s.

Hombre de tribuna popular, admitió por TV su idolatría por Sandokán y Matute, capos de la barra en las décadas anteriores. Aquella confesión hoy aparece en todos los programas de la tele dedicados a revisar el irresistible archivo. En realidad, muchísimos hinchas admiran a sus barras y entonan su canción cada vez que ese numeroso grupo entra en la tribuna de manera prepotente y sin pagar la entrada. "Llegan los borrachos del tablón, llegó la hinchada " , dice la letra con la música del Clemente de Caloi modelo 80. Esa melodía legitima el liderazgo de la barra, que luego impone los hits durante el partido.

Cuando asumió Aguilar, la popular de River era tierra fértil para los pungas y la droga. Allí aparecieron los inseparables Alan Schlenker y Adrián Rousseau. "Los Patovicas", cultores del gimnasio y de la vida sana, limpiaron la zona a cambio de un botín muy tentador: ser los jefes de la barra. No sólo se trata de dinero, sino de status. Pertenecer tiene sus privilegios. Cuando Aguilar habla de política de integración, se refiere a este intercambio: me sacan a los chorros y se quedan con el poder. Sólo así puede explicarse que el asesinado Martín Gonzalo Acro haya sido empleado de River en el área de mantenimiento con un salario de 5700 pesos por mes. La CD los integró a la vida política del club con trato preferencial. Manuel Pellegrini debió irse en diciembre de 2003, tras la final perdida por la Copa Sudamericana ante Cienciano. Leo Astrada se hizo cargo con un muy buen primer semestre de 2004: campeón del Clausura y semifinalista de la Libertadores. Mientras tanto, la barra de Alan y Adrián controlaba todo y se transformaba en una PyMe para explotar la marca "Los Borrachos del Tablón".

En 2005, era el gran candidato para ganar la tan ansiada Copa. Pero el equipo de mejor puntaje entre los clasificados a octavos se desplomó por una interna desvinculada de lo deportivo. Un problema íntimo separó a Horacio Ameli y a Eduardo Tuzzio, dos capos del vestuario. Este conflicto afectó al plantel y San Pablo lo despachó en semis. La onda expansiva alcanzó a Astrada, quien renunció tras una goleada de Banfield. Un mes antes, el club había concretado la peor política de compras en mucho tiempo. Incorporó jugadores complementarios, acostumbrados a clubes con menores responsabilidades. Loeschbor, San Martín, Talamonti, Oberman, Cristián Alvarez, Leandro Fernández y Jairo Patiño tuvieron corta vida.

Mostaza Merlo reemplazó a Astrada y quiso recuperar a Ameli. Gallardo se lo impidió en el primer enfrentamiento que tendrían estos dos protagonistas del motín de Mar del Plata, otro impacto a la mandíbula de Aguilar. El Muñeco planteó su discrepancia de la idea de juego y Merlo abandonó la pretemporada de 2006. Así llegó el entrenador preferido por el presidente: Daniel Passarella. A la barra de Alan y Adrián poco le importaba esta drástica transición. Los inseparables patovicas estaban preparando su viaje a Alemania. ¿Cómo hicieron 42 integrantes de los Borrachos del Tablón para estar en el Mundial con todos los gastos pagos? La política de integración había dado formidables ganancias en euros...

La FIFA, que les había prohibido la entrada para el match con Alemania en Berlín, debió acatar una resolución de un juzgado de Francfort. "Los demandantes probaron en su favor estar en poder de vouchers de parte de la AFA que les otorga el derecho a las entradas para ingresar en los estadios." Sí, tenían tickets de la AFA y consiguieron abogados para el trámite. Dijo Alan: "Los Borrachos del Tablón no somos Carmelitas descalzas, pero no cometimos ningún delito y por eso la justicia alemana nos respaldó sobre un organismo multimillonario como la FIFA". Dijo Adrián: "Es bueno que la justicia de acá, alejada de la corrupción, les haya dado lugar a 30 sudacas [sic] que lo único que hacían era reclamar por ver los partidos de este Mundial, ya que lo único que habíamos hecho era cambiarnos de lugar". Sencillamente conmovedor.

El pasivo de River siguió engordando. En 2005, era de 65 millones de pesos y en 2006, trepó a 98 millones, según los balances de Pistrelli, Henry Martin y Asociados SRL. Las deudas bancarias también crecieron. En 2005, 4 millones. En 2006, 10 millones. A pesar de un déficit operativo mensual de casi 6 millones, los últimos dos ejercicios cerraron con superávit gracias a ventas de último momento y a futuros ingresos incluidos, pero de improbable llegada como la obtención de un título. En febrero de 2007, el club ya estaba frágil en lo económico y vacilante en lo deportivo. Hasta que Alan y Adrián se pelearon. Por plata, por poder, por status. Había sido tan exitosa la política de integración que ambos quisieron quedarse con todo. Sólo quedaba lugar para uno de los dos. Y ahora se están matando entre ellos. La debacle institucional incluyó dos clausuras del estadio y una del club.

"Esto se soluciona ganando un par de partidos", dicen los dirigentes, como si la crisis deportiva fuera la causa y no un efecto más de este colapso. ¿Cuál es la única diferencia entre River y el resto, hablando de barras bravas? La guerra interna, reflejada en la batalla de los quinchos, el escándalo del playón y en el asesinato de Acro. La gran mayoría de los clubes de primera tiene esta bomba de tiempo en sus sedes.

Reelecto en 2005, con gran caudal de votos, muchos socios que lo eligieron le piden la renuncia y hoy Aguilar está solo. No sólo ha resignado capital político, sino también aquella masiva percepción inicial de que podía ser un dirigente diferente y renovador. Como en diciembre de 2001, nadie lo esperaba.

La camiseta hecha jirones
Los barras tironean de una camiseta que sufre: la interna de la barra es un eslabón más de la cadena de problemas que tiene River en el presente.

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