A un juego más lento que propone River cuando tiene a Teo Gutiérrez en cancha, hoy Villalva tenía otra tarea: romper líneas todo el tiempo. Así el Keko se encargó de buscar los espacios para él o para sus compañeros, de aprovechar las bandas más con laterales como los del equipo de Barros Schelotto que son especialistas en ataque pero no en la marca, ser siempre opción de pase, asociarse en velocidad con los compañeros y además con el sacrificio de retroceder si era necesario. Por eso el número
30 de River fue la pesadilla del Granate.
Con un equipo que fue en gran parte lo mismo que viene mostrando de los últimos partidos, con esa apatía producto de la carencia de su juego, Villalva se destacó por mostrarle a sus compañeros cuál era el camino. El de animarse, el de intentar hacer algo distinto. En ese convencimiento radica el magistral sombrero para hacer pasar de largo a Izquierdoz y dejar solo a Cavenaghi para marcar el primer gol, y en el segundo gol por estar atento a la segunda jugada y pegarle de la manera brillante que lo hizo para convertir.
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Cavenaghi abre el marcador |
por Matías Prado
Ex Clarín Deportes
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